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Barbara Kruger: (De/) construcción discursiva e inserción en circuitos ideológicos a través de estrategias publicitarias

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"All art contains a politic, as does every conversation we have, every deal we make, and every face we kiss. Whether producing collectively or individually, we are responsible for the meaning which we create. I see my work as a series of attempts to ruin certain representations, to displace the subject and to welcome a female spectator into the audience of men".

 

Barbara Kruger

El caso de la artista norteamericana Barbara Kruger (New Jersey, 1945) es pertinente para hacer una aproximación a la preocupación por los modos de circulación del arte, pues es una artista que utiliza los espacios públicos, las estrategias comerciales y las imágenes de circulación masiva para introducir un discurso cultural diferente de carácter feminista, pues señala revela las estructuras de poder y en especial su carácter masculino. En este sentido, se relaciona también con los cuestionamientos a las narrativas identitarias predominantes. Como ejemplo, podemos tomar  tres de sus trabajos: We don´t need another hero, Your body is a battleground y Small world but not if you have to clean it. Estas obras han sido instaladas en espacios destinados para la promoción de objetos de consumo y constituyen fuertes críticas a ciertos valores sociales y la cultura hegemónica en la que la mujer es definida en oposición al hombre, (es decir, como “el otro”, y sobre la cual recaen estereotipos objetivadores), las relaciones de poder que la constituyen, y a los circuitos ideológicos que la apuntalan.

 

We dont´need another hero es una crítica a la sociedad patriarcal y en los imaginarios colectivos alrededor de las guerras y los orgullos nacionalistas. Un niño y una niña, sacados de una fotografía que retoma los estereotipos comerciales que representan una sociedad próspera y feliz (me hace pensar en la estética de los inicios del pop), reproducen una imagen cliché, en la que ella admira su virilidad. Your body is a battleground constituye un llamado de atención a la dimensión pública que tiene el cuerpo femenino y que se hace explícito en temas como los derechos sexuales y reproductivos: aquí se cruzan temas como el uso de anticonceptivos, el aborto y yo diría que también los paradigmas de belleza femeninos. La tercera obra, Small world but not if you have to clean it, visibiliza el papel inferior de la mujer en la sociedad (con la excusa del rol “natural” al que está destinada), la opresión a la que es sometida, y las desigualdades de género aún latentes.

 

La estrategia de Kruger consiste en la reapropiación crítica de imágenes (especialmente de revistas) que reproducen las ideologías dominantes. Con el propósito de derrumbar los esquemas de representación, son contrastadas con textos de voces femeninas. Para ello, amplía fotografías del ámbito publicitario, y con los códigos de la publicidad –los slogans- resignifica con palabras directa o satíricamente, esas formas de representación, cuestiona tácitamente dicho sistema ideológico (blanco, masculino, burgués) y las formas de poder que subyacen a él. Kruger retoma las imágenes que nos han condicionado y definido socialmente, que “han dictado nuestros deseos y nuestra apariencia” para construir nuevas definiciones y representaciones. Su intención es emplear la accesibilidad de los espacios publicitarios (con plena consciencia del soporte de las obras), para promover discursos de diferencia y tolerancia, y ejercer como una voz de segmentos de la población que no han tenido una representación en esos espacios publicitarios y, por consiguiente ideológicos. Kruger reta el lenguaje del orden establecido y, al hacerlo, busca una trasformación política a través de nuevos sistemas de representación, utilizando de una manera crítica las imágenes y las palabras que han definido las identidades sociales.

 

La forma de operar de estas obras de Kruger demuestra que para esta artista el arte no tiene pretensiones autónomas, y asume diferentes formas y lugares dentro de la sociedad, teniendo conciencia de su circulación y utilizándola como estrategia de contradiscurso. El arte de esta manera asume el ser parte de de una producción cultural visual que no se limita a los espacios tradicionales artísticos y que se extiende a las vallas publicitarias, los afiches, las postales, entre otras: para Kruger son todos espacios de poder desde donde puede construir nuevos significados (tampoco está en contra de los museos ni galería, pues los considera igualmente efectivos en los procesos de afianzamiento de imaginarios). De esta manera, no existe tal cosa como una línea divisoria entre la esfera pública y el arte. Como Kruger explícitamente tiene en cuenta la circulación material e ideológica de sus trabajos, para ella los procesos de llevarlos a cabo son también parte de su obra y deben también, indefectiblemente, generar relaciones de igualdad. Este pensamiento se inscribe en aquel que plantea que todo contiene un sentido político y que nos corresponde preguntarnos qué narrativas estamos (de/) construyendo.

 

Los marcos de lo que es y no es arte se desdibujan y esta es una circunstancia a la que la artista se adapta, pues son todos espacios de producción visual efectivos para sus mensajes; aún más, resignifica los lenguajes propios de los medios industriales de la sociedad de consumo (se reapropia de imágenes, por lo cual sus obras son de alguna manera ready-mades) y sus contenidos publicitarios. De esta manera, hay una forma de inserción social y de circulación de sus obras dentro de circuitos ideológicos, con el fin de cuestionar los valores culturales desde sus plataformas. En este sentido, retomando los planteamientos de Rosalind Krauss, se derrumba la noción de especificidad del medio de los modernistas, el arte asume diferentes formas, incluso industriales y publicitarias, y los objetos de consumo se confunden con la producción estética. Esto para Kruger no es un problema, ella se vale precisamente de “saturación de imágenes del espacios cultural” y comprende que la experiencia estética se encuentra ahora en la esfera social.

 

Para ella, la identidad es ahora atravesada por el dinero y el poder, y no hay tampoco una división clara entre lo que es y no es comercial, por lo que la deconstrucción de estereotipos y la propuesta de nuevas narrativas debe hacerse precisamente en esos espacios dirigidos a la sociedad de masas y destinados a reafianzar el orden ideológico establecido. Como vemos con estas obras, Kruger se introduce en estos circuitos para modificarlos, para crear un tipo de espectador que no ha sido escuchado y que no ha tenido mecanismos de representación; algo así como una deconstrucción de los discursos dominantes a favor de la alteridad. Lo que le interesa son las “imágenes y a las palabras que tienen el poder de definir quiénes somos y quiénes no”. Se trata de una estrategia de empoderamiento de identidades alternas, de cuestionar la construcción del poder y de crear nuevos significados, sin importar en qué espacios se exhibe el arte, qué formas asume, ni tampoco dónde comienza o termina.

Por Beatriz Dávila. 

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