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Nada ha cambiado: sobre la exposición retrospectiva "Tarros de chutney" de Bobby Baker

El título viene de una compulsión de hacer algo que fuese útil, palpable, que ayudara a la economía doméstica (y que, además, satisficiera sus necesidades estéticas, porque los frascos de conservas, los vegetales bajo el agua, los colores de los alimentos, le parecían bellísimos). Como si criar hijos y encargarse del hogar no fuese trabajo suficiente. El problema es que el oficio doméstico no era valorado socialmente cuando Bobby Baker era madre. Y no lo es ahora, que es abuela. Es sintomático que Drawing from a Mother´s Experience de 1988 se haya recreado en 2012 como Drawing from a (Grand) Mother´s Experience. Es dado por hecho y es “unpaid labour”, como ha hecho ver el feminismo. Roles invisibles.


Baker era una feminista antes de conocer la palabra, pues cuestiona con sus prácticas, narrativas culturales injustas, prejuiciosas, opresivas o excluyentes. Fue por eso que se hizo llamar Bobby: porque se dio cuenta, desde niña, de que ser mujer no era importante. Por eso sus propuestas, cargadas de agudeza y de humor, son contrasistema. Lo era hace cuarenta años y lo sigue siendo hoy. Porque el imaginario no ha cambiado. Por esto, sus planteamientos siguen estando vigentes y ella sigue siendo un referente del arte contemporáneo. Por esto mismo es también un acierto de Casa Encendida y de la curadora, Clara Zarza.


Alguien dirá: “¿Dibujos y acuarelas?”. A lo que contrapregunto: ¿Por qué no? ¿Acaso hay una regla formal de lo que debe ser el arte contemporáneo? Recordemos a Danto y a liberación del arte. Dicha liberación no excluye los medios tradicionales, pero sí enaltece las ideas. El trabajo de Baker es arte inteligente. Además, es formada en dibujo. Maneja la técnica, por lo que la factura es buena y ese tendría que ser el criterio formal. Utiliza también el performance, y en el performance emplea comida o hace intervenciones en el espacio público. Eso es novedoso y transgresor, si es lo que algunos espectadores o actores del mundo del arte, vacíos de criterios y sustancia, quisieran ver.


Pero eso no es lo importante. Es valioso porque el concepto que lo sustenta es potente. Al hablar de lo personal se están señalando situaciones y creencias absurdas; se están mostrando con ingenio verdades difíciles, como los estigmas alrededor de la salud mental y la crueldad del sistema o los espacios sociales y las construcciones culturales de la identidad. Las creencias y los tabús alrededor del cuerpo femenino y del ser mujer, o los imperativos sociales en torno a la maternidad. Las jerarquías sociales de roles y oficios y la reivindicación de lo cotidiano. Las jerarquías del mundo del arte, con referencias satíricas a las Grandes Obras.


La transgresión está presente en la mirada incisiva a la cultura, a la práctica artística, y en el gesto de mostrar el heroísmo y la maravilla de todos los días, o el absurdo y los discursos de poder detrás de ciertos imaginarios. En revelar –como definiría el arte Proust–, lo que está oculto bajo la superficie. Baker revela la belleza y el conflicto. Y que lo personal es político.

 
 
 

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